Y nada, que no venía el maldito bus, comenzó a exasperarme, los dedos ya no me respondían, el frío se metía por el cuerpo y corría a sus anchas. Terminaba siendo perjudicial y hasta pasaba el campo de la salud.
-¿Y usted chica a qué espera?- dijo el hombre saltado a mi lado.
-El bus está tardando.
-¿Y usted?
-Llevo aquí desde la una de la mañana. Salgo para Brasil en dos horas.
-¿Rica la cerveza?
-¿No tienes frío?- dijo con un acento que daba más que evidencias.
-Me duelen los pies. ¿Brasil, por qué?
-Nací allí, he estado allí año y medio con mi mujer pero se acabó, nos hemos separado.
-¿Por qué me cuenta eso a mí?
-Está esperando, no puede disgustarle la historia.
-Sí, quiere decir no, siga.
-Pues bien, ahora vuelvo a Brasil, he encontrado un billete barato.
(Parecía obviar una parte de su vida, la no interesante, la que no nos incumbe).
-Esas cosas pasan. ¿Y aquí?, dígame ¿encontró trabajo rápido?
-Busqué lo que pude, vendí bolsos, ¿sabe?
-¿Y cómo es la Universidad de Sao Paulo? ¿Es buena?
-Sí, la verdad es que la gente sale muy preparada, ingenieros, jornalistas...ya sabe.
-¿Jornalista? Podría ser una de ellas. Y la comida, ¿cómo es?
-Rica, exótica dirían ustedes.
(Bebió otro trago de cerveza, la lata no procura tener fondo, sin duda el hombro no ahogaba las penas ahí.)
-Ahí está mi bus. Me voy, un placer, buen viaje.
-Hasta luego.
Hay conversaciones que no trascienden más tiempo que lo que puede tardar en venir un bus.
Para él, ¡Feliz San Valentín Deimi! ;)
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