Como cuando echamos un polvo y se acaba, cuando se interrumpe una conversación o cuando se cierra una puerta, ¿quiénes se van? dos y a su vez el contacto, todo se pierde. Nos quedamos pensando en que aunque del otro lado hayamos colgado y nos hayamos callado, seguimos empeñados en pensar en la misma persona, ¿y qué es eso? ¿por qué actuamos así? ¿constancia, soledad o quizás sólo la absurda paranoia de darle mil vueltas a la misma idea? Por eso hemos inventado nuestros mundos, los paralelos, los de los sueños, que nos hacen pensar y traer a la gente que está lejos, nos hacen descolgar el teléfono, abrir el buzón y ver una carta o acercarnos a comprar el último sello. Nos movemos por iniciativa propia y a veces por impulsos, los que nos hacen estar juntos, llamémoslo continuidad o poder de conservación, pero siempre alguien es el primero que grita que sigue vivo y alguien suele contestar: "¡gracias a dios que estés vivo!"
Cuando menos lo esperamos, las personas vuelven a su origen, está escrito y al final echar polvos, acabar conversaciones o cerrar puertas se convierten en mera rutina. Nos da miedo perder el contacto, pero a veces decidimos pararlo por un instante, porque sabemos del morbo por el que del siguiente re-frote saltarán chispas. Para eso están los cumpleaños, para que salten chispas.
Echarás de menos Madrid pero Madrid también te echa a ti de menos. Muchas felicidades, Ángel.
1 comentario:
Los cumpleaños nos advierten de que las puertas, y los polvos, y los adioses nunca se acaban. Que son un eslabón más en nuestra vida...
Un beso.
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