Había tenido durante todo el día una incómoda presunción de vulnerabilidad, por eso les pedí que me acompañasen porque de no ser así, no hubiera tirado tres copas, sino cuatro y todas hubieran ido a parar en mi falda y creedme, eso no hubiera quedado nada bien. Las cadenas entre dientes y la alfombra de terciopelo, nos bebemos lo que pasa y mientras pasa, bebemos. Estridentes ruidos, volantes amargos, arriba y abajo, vete, vas, ¡vaya, otra vez tú! No sueles desaparecer, como siempre, tendré que acompañarte a casa.
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