miércoles, 17 de octubre de 2012

Nadie sabe si las manos, de verdad, flotaron

Claro que te gustaría que escribiera para ti y más si te leo en la cama. Quieres que vuelva la inspiración, que me despegue, me entregue y me embarque. A veces las barcas sólo navegan de noche y el billete es sólo de ida y aunque parezca mentira, no es gratis. Todo en esta vida y en las fronteras, más allá de Caronte, tiene precio. ¿Podría escribir sólo mirándote a la cara? Sabes que sí, que lo estoy intentando. Desde hace cinco minutos no he vuelto a mirar a esa pared. 

Aún cuento los segundos, 351, 352 y cincuenta y tres.

Allí está todo lo que hay que cuidar. Prefiero hacerlo con mis manos.

- ¿Puedes sostenerlas un momento?

El eco repitió la pregunta, unas diez veces, todas en blanco y negro, de lado a lado de la pared.

-¿Puedes sostenerlas un momento? ¿Puedes? ¿Un momento? ¿Sostenerlas? Y así otras siete veces.

Nadie sabe si las manos de verdad flotaron.

Ya se oía en la lejanía, era otra historia, no se veía el final porque no tenía. 

Me encantaban los finales abiertos, ¿para qué negarlo? Sigamos escribiendo. 


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