sábado, 20 de junio de 2009

La vuelta al andén

Se sentó en la estación como cada mañana a la misma hora, sin embargo había algo que hacía que se la notara diferente, las ojeras (según algunos) o la expresión de libertad (según otros). Tampoco había mucho más que hacer por allí y a través de cada vagón veía historias, las historias con las que soñaba. Y bebía de cada una de ellas por la sola pasión de crear. Una en concreto le fascinó y se puso a contarla:

Vuelvo aquí, digamos que he estado de viaje de negocios, dándome un tiempo para mí misma, para reflexionar, para asentar ideas y para tratar de poneros al día de la forma más completa y posible. No espero que os parezca ni corta, ni fantástica, ni memorable, para nada. Sólo he pretendido ser firme, llana y sobre todo reflexiva, ahí va:

Se ven dos bandos claramente separados y el primero empieza a farfullar sin argumentos. Creo que esto ya lo he vivido, pero ahora me ha tocado a mí ser la que soporta grititos al oído, cargados de envidia y de odio. El odio, de hecho, se había reprimido bastante, era una de esas situaciones en las que o sale, o sale. Salió en toda su plenitud, eso no da lugar a la menor duda.

La vida da golpes duros, hachazos (que se llaman) y a veces hay que saber aguantar. Todo lo que tiene la posibilidad de salir de paseo, sale a florecer y te abandona por completo, ese sentimiento de remordimiento o de culpabilidad con una sonrisa, al menos la mayoría de las veces, otras no basta.

Todas las etapas acaban de una u otra manera. Algunas son duras y otras algo más, pero siempre hay algo que da fuerzas a continuar. Nunca nada se hace en vano. Me niego para reafirmarme y me reafirmo para volver a negarme, y así, de paso, le pongo un poco de ritmo al asunto, lo hago todo algo más interactivo ya que no puede existir síntesis sin una antítesis.

Es raro el post que no escriba sin pensármelo mil veces y éste no ha sido para menos, porque tanto tiempo sin escribir por PAU (o selectividad), exámenes y demás asuntos no dignos de mención dejaron mi mente algo inactiva y reincorporarme ahora y con un solo post, devolvéros esa esencia que os hacía dejaros caer por aquí alguna que otra vez, se me hace bastante difícil. No me creo estar aquí, frente al teclado, se pasa mal, sí, he de admitirlo. Nunca se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, ¿no? ¡Cuánto he echado de menos leer y escribir! No os lo imagináis.

Simplemente, decir que estoy aquí con mucho más ánimo, tiempo e ideas, tengo mil historias empezadas y en realidad no sé cómo acabarlas porque ¿sabéis qué? NO EXISTEN HISTORIAS CON FINAL FELIZ (y me apetecía hacer una), las historias con final feliz lo son por que no han acabado y ¿para qué estamos aquí? Para acabarlas. El final es sólo una transición vaga a una conclusión trágica, romántica y frecuentemente la misma. Y mientras tanto, el caso es que seguimos en este mundo esperando expectantes a lo que pueda venir y relatándolo para que nuestra existencia no pase desapercibida, quede en algun libro o al menos en la memoria de alguien, que nuestros cuentos de finales no felices (no específicamente tristes) sean contados de boca en boca para pervivir de algun modo para que no todo se acabe en las palabras, aunque haya empezado en ellas; sí, cómo podéis ver estudiar pasa factura, si al final terminaré hablando como Kant y no habrá nadie que me entienda...

Nadie prácticamente puede imaginarse lo que son más de cuatro meses sin escribir, sin hacer ni una mísera nota de lo que pasaba por mi mente, no sé cómo he podido aguantar, la verdad. Quizás haya sido por mi bien, pero es increíble haber vivido tantas cosas y sólo poder haber guardado las experiencias de las que actualmente tengo un recuerdo, aunque éste sea casi metafísico.

La historia parece querer repetirse, las luna nos acompañará una vez más y no menospreciaremos su atenta mirada, sólo falta poner de nuestra parte. Sí, espero y quiero que todo salga perfecto. Después de haber visto como todo por lo que había soñado se podía y se hubo desmoronado, ahora salen algunas ramillas verdes de olivo, aún podemos ser coronados como los Césares de nuestro Imperio. Y esta vez, sólo me se de un Bruto que pueda mediar y echarlo todo abajo. Tranquilo, que de Casio ya me he ocupado, no ha sido fácil pero sí algo efectivo. Creo que será suficiente.

Lo cierto es que con todo lo que había visto hasta entonces por la ventana de cada uno de los vagones, todas esas historias, ya tenía para hacer una propia, no necesitaba servirse de más artificios inútiles. Así que se negó a subirse al tren, se ahorró el billete aunque sabía que ese viaje iba a costarle muy caro.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿NO EXISTEN HISTORIAS CON FINAL FELIZ?
Pues yo creo que sí. Quizás se deba a mi optimismo de estos últimos días (sí, sigo con la sonrisilla), pero las historias tienen un final feliz para la gente que se lo merece, y tú estás en esa apreciada lista.
¡Por el impresionante verano que nos espera!
Espero ayudarte a hacer una historia con final feliz (:
Te quiero Concu ♥

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

algunas veces hay historias con final feliz, lo complicado es que el final sea feliz para todos y todas. Besos.

Belén dijo...

La vida es una mala puta que no se deja follar, eso es lo que me dice un amigo muchas veces... pero estamos en ella, y no te queda otra mas que luchar...

Desconozco totalmente si hay finales felices o no a las historias, yo soy de las que disfrutan ampliamente con el viaje, sin mas :) intenta hacer lo mismo, verás como los finales los vives de otra forma, porque no son tales...

Besicos de regreso

Angie dijo...

Alu me alegro mucho de verte por aquí,un besazo preciosa!

Miguel dijo...

Me alegra volverte a encontrar en la blogosfera, sigues escribiendo con igual o más soltura que antes, ves como hay historias que sí que tienen un final feliz...

Un abrazo.

francisco m. ortega dijo...

Claro que no existen finales felices de no ser que se quiera llegar al final, aunque dudo que ese momento sea de felicidad.

leo dijo...

Querida, bienvenida de nuevo.
A mi me funciona no pensar en el final, sino en el camino.
Un beso grande