Confesó que se sentía como un toro en la plaza; como un cerdo en pleno San Martín, como un condenado a muerte pero la situación era distinta, él no corría instintivamente hacia el color que le daría la muerte, él no sentía como de su cuerpo salía sangre a borbotones, no sentía esa debilidad dosificada que le hacía reclinarse y rendirse.
Tampoco sentía culpabilidad alguna por celebrar la misma fiesta cada año religiosamente. Era una tradición, era por ir más allá de bañarse en la Cibeles cuando ganara el Real Madrid. Era una sensación descaradamente diferente, pero sin embargo, macho y bestia se sintieron igual, igual de animales. Fue el primer preso metido en la cárcel por tauromaquia y se quejaba porque en España ya no se podía uno ni divertir.
3 comentarios:
A veces la tradición hace leyes. Y no todas son necesariamente justas.
Un beso.
hay tradiciones plausibles y otras intragables. un beso.
Encantador blog el tuyo, un placer haberme pasado por tu espacio.
Saludos y un abrazo.
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