domingo, 13 de febrero de 2011

La noche, las cinco


Y nada, que no venía el maldito bus, comenzó a exasperarme, los dedos ya no me respondían, el frío se metía por el cuerpo y corría a sus anchas. Terminaba siendo perjudicial y hasta pasaba el campo de la salud.

-¿Y usted chica a qué espera?- dijo el hombre saltado a mi lado.

-El bus está tardando.

-¿Y usted?

-Llevo aquí desde la una de la mañana. Salgo para Brasil en dos horas.

-¿Rica la cerveza?

-¿No tienes frío?- dijo con un acento que daba más que evidencias.

-Me duelen los pies. ¿Brasil, por qué?

-Nací allí, he estado allí año y medio con mi mujer pero se acabó, nos hemos separado.

-¿Por qué me cuenta eso a mí?

-Está esperando, no puede disgustarle la historia.

-Sí, quiere decir no, siga.

-Pues bien, ahora vuelvo a Brasil, he encontrado un billete barato.

(Parecía obviar una parte de su vida, la no interesante, la que no nos incumbe).

-Esas cosas pasan. ¿Y aquí?, dígame ¿encontró trabajo rápido?

-Busqué lo que pude, vendí bolsos, ¿sabe?

-¿Y cómo es la Universidad de Sao Paulo? ¿Es buena?

-Sí, la verdad es que la gente sale muy preparada, ingenieros, jornalistas...ya sabe.

-¿Jornalista? Podría ser una de ellas. Y la comida, ¿cómo es?

-Rica, exótica dirían ustedes.

(Bebió otro trago de cerveza, la lata no procura tener fondo, sin duda el hombro no ahogaba las penas ahí.)

-Ahí está mi bus. Me voy, un placer, buen viaje.

-Hasta luego.

Hay conversaciones que no trascienden más tiempo que lo que puede tardar en venir un bus.

Para él, ¡Feliz San Valentín Deimi! ;)

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