ANA VÁZQUEZ. AVILÉS. Un matrimonio de Cáceres aprecia lo bueno de lo que se presume en el norte. El escudo, los tejados, los amplios ventanales... Estos turistas no pierden detalle y caminan con los ojos muy abiertos. Con la mirada perdida en la fachada del Hotel NH Palacio de Ferrera, están José Carmelo Andrada y su mujer, Juli Villa. Vienen desde el Casar de Cáceres y desde el pasado lunes han decidido dejar los 35ºC extremeños para visitar el norte hasta el miércoles de la próxima semana. No es su primera vez aquí en Avilés, pues hace cinco años también se propusieron recorrer la villa, pero les faltaron muchas zonas por ver, así que han decidido venir para emprender una ruta por la zona más histórica y acabar lo empezado.
«En realidad venimos buscando algo de mar, que es lo que más echamos en falta donde vivimos», dice el orgulloso extremeño. Tras pasar por ciudades norteñas de lo más turísticas como la portuaria Gijón o Santander, es el turno de Avilés. «Hemos estado visitando el casco antiguo y nos hemos parado en la iglesia de San Nicolás de Bari», destacan de su visita. El parque de Ferrera, de dimensiones espectaculares, es lo que más les ha sorprendido, «es una maravilla», dicen y es con lo que se quedan de la ciudad, cuando les falta aún medio día para terminar de ver todos sus rincones.
Según José, «la verdad es que es limpia, está muy bien y tiene un ambiente amable». La pareja advierte que Avilés guarda bastantes semejanzas con localidades como Luarca, Tapia, Navia, Figueras o Ribadeo, todos lugares cercanos que los extremeños han decidido visitar antes de llegar a Avilés para formarse así una opinión más general de lo que es el norte.
Ante toda visita turística es obligatoria una o varias -si se quiere repetir- paradas gastronómicas. En este sentido, Juli y José han hecho los deberes y al opinar sobre la comida de Avilés no encuentran otro adjetivo que no sea «estupenda». «Yo, personalmente, me quedo con el pastel de cabracho, todo un descubrimiento», se atreve a decir Juli. José se queda con la carne, «aunque los extremeños seamos también productores de muy buena carne, la ternera aquí hay que reconocer que está deliciosa».
«Se nota que los asturianos saben hacer de cualquier clima uno estupendo», admite José, que no parece perjudicado por unas pocas gotas de lluvia.
Respecto a las gentes con las que se han topado hasta ahora en su visita, «la primera impresión de los avilesinos en este corto período de tiempo ha sido muy buena, nada que reprochar», declara el matrimonio.
Como complemento a su estancia en la ciudad los atentos visitantes no han dejado pasar la oportunidad de acercarse a uno de los templos, que es hoy imagen de Avilés, la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, situada en el centro del antiguo pueblo de pescadores de Sabugo, que añadida al pausado paseo que han tenido por el casco histórico, ha sido el punto y seguido de su primera vez en Avilés, hace cinco años.
«En realidad, venimos buscando algo de mar, que es lo que más echamos en falta»
Las fachadas tan singulares de los edificios y la limpieza que se respira en Avilés son otros de los puntos a favor para que, según José y Juli, esta ciudad sea digna de ser visitada sobre todo en la estación estival, en la que si se tiene suerte y se evitan las lluvias, es una ciudad que se deja visitar.
Cuando vuelvan a Extremadura con el estómago lleno y muchas anécdotas que contar, recordarán las fachadas, los ventanales e incluso hasta echarán de menos la lluvia que no ha impedido a los avilesinos salir de sus casas a recorrer las calles y a presumir de lo bien que se está en el norte, cosa que comprueban los turistas día a día en Avilés.
Fuente: La Voz de Avilés (El Comercio)
Fuente: La Voz de Avilés (El Comercio)
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