Desde pequeñitos siempre se nos ha enseñado que debemos aceptar al blanco y al negro, al rubio y al moreno, al cristiano y al musulmán, pero no siempre ha sido así.
Todo empezó cierto día, dio comienzo una historia que fue inolvidable para todo el mundo que lo vivió e incluso para nuestra generación.
Ha sido retratada en obras, películas y documentales pero nadie lo puede contar mejor que él.
Nadie más ha podido hacer lo que él ha hecho, o por lo menos no en esa medida. Aún cincuenta años después los seguimos recordando como lo que fueron, soldados que lucharon por su patria, que no defraudaron a su líder, fueron recompensados con el típico premio del ser humano egoísta y orgulloso de lo que hacía. No tenían sentimientos y así precisamente era como se vivía la vida, haciendo algo y al día siguiente repitiéndolo sin arrepentirse. Fueron un ejemplo perfecto.
La actitud de estos grandes hombres traspasa fronteras y es que a ellos les bastaba una orden para hacer que una vida cayera en el olvido. Lo tenían todo y consiguieron lo que se proponían.
La misión estaba clara ya que ellos eran superiores, su raza y su símbolo les marcó para siempre. Tenían que limpiar el mundo de esas horribles personas que habían perjudicado tanto a la sociedad de aquella época, aquellas personas tan diferentes a ellos.
Así como lo dictaron lo hicieron y todo el mundo tuvo que acatar sus ordenes sin saber ni siquiera lo que iba a pasar al día siguiente.
Los culpables debían ser castigados, no era lo mismo ver en un espejo a alguien de ojos azules que a uno de ojos marrones.
Su gran arma era precisamente esta, el espejo, utilizaban su reflejo y lo imponían frente a un reflejo distinto, de tal manera que si no les gustaba lo que veían, simplemente rompían el espejo y echaban a perder una imagen que a ojos de otros quizás hubiera tenido valor.
Cualquier razón era utilizada en su contra.
Así los herederos con raza aria hicieron lo que debían hacer para no contaminarse con la diversidad de razas. Sólo una raza podía sobrevivir, eso supuso crueldad, maltrato, muerte, llanto, pérdida y lucha, años de lucha, pero a ninguno de ellos parecía importarle.
Poco a poco judíos, gitanos, negros y otras minorías iban pereciendo a manos de esas personas que no sabían lo que en realidad estaban haciendo.
Estaban en una época donde no se podía cuestionar nada, todo estaba sujeto a unas reglas.
Era un ser vivo, ni más y menos, una persona, concretamente un hombre.
De repente varios hombres le acorralan, le arrastran hacia el vehículo que les conducirá a ese cruel destino, amenazándolo con la muerte. Entonces aquel hombre ya en el tren, ve que no ha podido disfrutar de su vida, que no ha podido aparentar ser ese reflejo y nunca lo será. No puede luchar más, ya está cansado, es inútil, el mundo seguirá siendo de todos modos igual, morirán y sufrirán miles de personas injustamente. Todas aquellas personas en el futuro le recordarán sólo como un reflejo más en el tren de los espejos rotos.
Entonces se desliza sobre su rostro lentamente la primera lágrima y ve como dos hombres cierran la puerta del tren, una puerta que un día supuso la libertad.
Así iniciaban su viaje hacia la muerte. Ese cruel e injusto destino que formó parte de algunos de los papeles que redactó una persona sin escrúpulos.
Pero no podemos resignarnos, debemos actuar. Aquellos que hablan, comentan, murmuran o critican sin saber algo sobre los “diferentes”, a esos son a los que deberíamos meter en ese tren con destino hacia su propio juicio, para que piensen si de verdad serían capaz de matar a alguien inferior a ellos; para que piensen de verdad si hay alguien inferior a ellos o si su actitud es la misma que la de Hitler y los suyos.
Está claro que nuestra sociedad está llena de comentarios racistas y para Hitler y sus soldados en su época suponía el mismo esfuerzo matar de un tiro a un gitano que para nosotros supone hoy insultar a un negro.
El racismo sea más o menos radical, es un virus que nos hace odiar y perjudicar a personas iguales a nosotros. Siempre hay un límite para todo, sólo tenemos que encontrar el nuestro.
Todos somos racistas, todos.
Quizás nuestro límite esté en averigüar las diferencias entre nosotros y el mismísimo Hitler. Para ello sólo tenemos que esperar en la estación y no dejar que nadie suba a ese tren para conseguir que este mundo sea un poco más justo para todos. Si alguien lo hace se habrá acabado todo.
Hoy he descubierto mi reflejo y por una vez he sido crítica, claro que no lo habría podido hacer sin mi espejo. Hoy me siento orgullosa de decir que tengo un espejo más humano y tolerante.
4 comentarios:
Es súper bonito. Te ha quedado perfecto. Sólo que yo no soy racista. Es que lo reitero. Las diferencias existen y yo puedo decir que no comprendo sus acciones (como no comprendo que las mujeres japonesas no se rebelen contra el régimen en el que viven) pero aceptándolas lo cual indica que NO soy racista.
¡Me encanta el títulooooo! Besooooos
Bueno, como ya te comenté por el msn, el texto está bien, quizá es algo largo y caotico por la parte central, pero por lo general es facilmente entendible.
Luego lo que te comenté de la esvastica, que no es un simbolo nazi, sino indio, que los nazis adoptaron como simbolo suyo, pero vamos... que alguien no tiene porqué ser nazi si lleva este simbolo (aunque por desgracia casi siempre es asi)
PD. Soy Manu... cualquiera de los 3
Siempre estube....estoy...y estare....en contra del nazismo.....
Sabias que en Alemania...es delito negar el nazismo......me parece muy bien......
que todo el mundo lo recuerde....
un beso Alu
Sourin
olas!!
como comprenderas es mucho y...cuando lo he visto me he dicho´no, no esto en mucho y no lo leo´
per ya se de que va por lo que dijo la abuela cuando lo leyo el otro dia...jejeje
weno naa eh, a la a pasarlo bien,ehh?
jejeje
Pst:el otro dia te quite un anorak de stradibarius o como se escriba me entiendes...esk era mu calentito y dije :
-pa mi
jeje
xaito!!!!!!!!
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