María se despertó con la ilusión de un nuevo día, de un nuevo Carnaval, en realidad era la única razón por la que se levantaba cada día.
Pensaba en esos días de febrero, esos días de Carnaval, en los que se lo pasaba pipa con sus amigas. Esos días ella tenía agobiada a su madre para que le hiciera un disfraz, el más bonito de Bellalmona, para salir con él, para lucirlo, esa era su ilusión.
En Carnaval, María se transformaba en otra persona, no gritaba, disfrutaba, no lloraba, reía, no temía, sonreía. Al menos hubo unos años en los que hacía esto.
Aquel 1 de febrero era el primer 1 de febrero en el que María no sabía de que disfrazarse. Su madre le empezó a sacar revistas, revistas y más revistas. Un elefante, un oso, una bruja, una enfermera, todo ya estaba muy visto, ella quería algo con personalidad. Los otros niños ya hacía tiempo que tenían su disfraz. María no. María quería algo original, que todo el mundo recordase dentro de cuatro o cinco años. Tenía que ser algo original. No le podía pasar como ese año , eso no podía ser posible. Debía tenerlo todo preparado.
María tenía 23 años y aún seguía recordando ese momento y lo seguiría recordando siempre. Risas, burlas, llantos, no se imaginaba que iba a pasar eso y tan sólo por haberse dejado el disfraz en casa. Aún tenía espíritu carnavalesco, siempre le decía su tía que si había espíritu navideño, tenía que haber espíritu carnavalesco y ella sin duda lo tenía.
Pensaba en esos días de febrero, esos días de Carnaval, en los que se lo pasaba pipa con sus amigas. Esos días ella tenía agobiada a su madre para que le hiciera un disfraz, el más bonito de Bellalmona, para salir con él, para lucirlo, esa era su ilusión.
En Carnaval, María se transformaba en otra persona, no gritaba, disfrutaba, no lloraba, reía, no temía, sonreía. Al menos hubo unos años en los que hacía esto.
Aquel 1 de febrero era el primer 1 de febrero en el que María no sabía de que disfrazarse. Su madre le empezó a sacar revistas, revistas y más revistas. Un elefante, un oso, una bruja, una enfermera, todo ya estaba muy visto, ella quería algo con personalidad. Los otros niños ya hacía tiempo que tenían su disfraz. María no. María quería algo original, que todo el mundo recordase dentro de cuatro o cinco años. Tenía que ser algo original. No le podía pasar como ese año , eso no podía ser posible. Debía tenerlo todo preparado.
María tenía 23 años y aún seguía recordando ese momento y lo seguiría recordando siempre. Risas, burlas, llantos, no se imaginaba que iba a pasar eso y tan sólo por haberse dejado el disfraz en casa. Aún tenía espíritu carnavalesco, siempre le decía su tía que si había espíritu navideño, tenía que haber espíritu carnavalesco y ella sin duda lo tenía.
De repente pensó y encontró ese disfraz: iría de María, ella era la mejor, no había mejor disfraz que ese, pero entonces claro, pensó que las risas serían mayores, recordarían esa noche todos, no podía ser... otro, otro disfraz, ¡rápido! no hay tiempo.
Sonó el teléfono, era Fermín, diciéndole que tenía el disfraz perfecto. Todo el mundo en la pandilla iría así. Por un momento pensó, María pensó. En su definición de original no estaba un montón de gente, estaba ella, ella sola, nadie más, tenía que renunciar a aquello, sino ya no volvería a ser ella nunca más, era su disfraz, el de nadie más. Esa noche en la fiesta de disfraces, sabía que no iba a pasar desapercibida.
Fermín, ¿por qué la llamaría ahora, después de tanto tiempo?. Era muy raro.
Decidió hacer lo imposible, ese día tenía fuerzas para hacerlo. Decidió decirle a Fermín que no, era difícil, una vez era una vez, siempre había una primera vez para todo, era un paso muy importante para ella pero lo tenía que hacer, sentía tanto miedo. Al próximo instante Fermín ya había colgado el teléfono.
Se presentó en la fiesta, sin ideas, aún sin disfraz, había llegado la noche, con los ojos llorosos miró a frente, todo estaba desierto. Entonces se empezó a quitar su propio disfraz, la capa que había recubierto su cuerpo durante todos esos años, empezó apartando lágrimas, sentimientos, siguió murmurando ella sola, canciones de carnaval, su primera canción, se quitó los recuerdos, la capa más metida en su corazón y en su memoria. Se tumbó en medio de la nada, recordando esa noche cuando se perdió entre la gente, sin disfraz y apareció allí en ese escenario, aquella noche en la que dejó de ser María.
Sola, se sentía más sola que aquel día, salió con su paraguas completamente desnuda de recuerdos, todo había quedado atrás, empapándose con la lluvia y tratando de olvidar. Ya era tarde, los primeros invitados habían llegado a la fiesta. Hasta él , él había llegado. Se miraron, ella miraba alrededor buscando sus ojos, esos ojos de asesino, esos ojos que le hicieron tanto daño. Los ojos del asesino de su inocencia.
Entonces descubrió cual era el disfraz perfecto, el disfraz de niña, de inocencia.
María esa noche por primera vez en su vida, pudo mirar a Fermín a los ojos y preguntarle por qué. Nunca antes se había atrevido, él para ella siempre seguiría siendo un asesino, desde esa noche, la noche en que María fue violada, esa noche fue hace ocho años, en la que se dejó el disfraz de niña en casa y se convirtió en mujer, pese a tantos gritos.
2 comentarios:
He hecho lo mismo que Ana: leer la primera linea y el parrafo final.
Seguro que está muy bien pero el hecho de que te inspires en la serie esa toda cutre y que tengo muchas cosas que hacer no me animan para leer XD Besukis!
Alu:
Me ha gustado el relato, el final no me lo esperaba así, ha sido impactante!
El fondo que parece transmitir está muy bien, uno tiene que quitarse la máscara y ser tal cual, sin disfraz ni hipocresías.
Besitos Alu, te espero por mi blog!
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