viernes, 21 de agosto de 2009

Antes, durante y después de la despedida

Volvió y ¿qué se encontró? Nada. Todo había sido deshecho. Ni su casa, ni su familia, ni los allegados que había tenido por amigos, con los que había hecho tan buenas migas... Se quedó sola en el portal de siempre, su portal, en el que mil veces había escrito su nombre y mil veces había sido borrado; otros, sin embargo, allí permanecerían de por vida. Estaba allí sentada con la esperanza de que una cara conocida le sonriera ese día en la esperanzadora ciudad de siempre.


Aprovechó para ir al kiosko por el que había dado sus primeros pasos, allí estaba la nueva kioskera; le empezó a contar la última discusión que había tenido con su novio (argentino por cierto). Casualmente mientras sonreía y asentía por y para complacerla, al instante oyó cómo la puerta del portal se abría e hizo un esfuerzo por acercarse hasta allí, no le costó mucho, sabía muy bien el camino a casa.


Entró y subió las escaleras, allí estaban la planta y el cuadro que tantos ojos había visto porque ella les había permitido hacerlo. Todo estaba exactamente igual, como lo había dejado. Se metió en el ascensor y se miró al espejo, no pudo soportar la imagen, demasiados recuerdos y comenzó a llorar; así era como se arreglaban las cosas, ¿verdad?


Salió y lo siguiente en lo que se fijó fue en los buzones, en el 1º Derecha, algo en él le llamó la atención, tampoco pudo contenerse. Habían cambiado las letras, los nombres, las personas, TODO. El suyo de todas formas no había estado nunca allí, pero le dolía porque no la habían dejado ni despedirse.

La Sra. Ángela, casada con Juan Nosequé Nosequemás, los dos felizmente unidos y con dos hijos, sus nombres sí que figuraban en el buzón, no como el de ella. Levantó la vista y ahí venían con aires de perfección, de grandeza, en su máximo apogeo, saliendo de la puerta a la que con tantos portazos castigó y a sus pies iban danzando dos niños rubios, como dos soles, como los odió por un momento...


Se quedó escuchando la conversación atentamente tras la columna, como una fugitiva.

-Pues aquí tienen la llave señores, ¡disfruten del piso!

(No te jode...)

En su pecho sintió como si algo se desprendiera, como si le faltara el aire.


La familia más feliz y perfecta del mundo, ahí iba, escaleras arriba y al vendedor del inmueble le dio por cruzar la esquina y la encontró allí con cara de circunstancia.
-¿Qué te pasa chica?

-Nada

Se hizo un silencio y al momento habló (por fin).

-¿Sabe?, yo vivía aquí.

-¿De verdad? Pues es un piso bonito, está en buena zona y además es un 1º, en mi opinión está genial...


Le salió la vena vendedora y prosiguió comentando cada una de las habitaciones, ella hizo caso omiso, sabía perfectamente que no había mejor vendedora que la que tenía delante porque no hay mejor vendedor que el que no quiere vender por egoísmo, por avaricia y por rabia. La rabia te da a conocer, es verdad. En un momento de debilidad le pidió las llaves y la permitió pasar, se pasó como media hora tirada en el pasillo, aún hacía calor, es lo que tenía el verano, una buenísima época para la mudanza, claro que sí.


Las emociones se desbordaron cuando le faltó el tiempo para despedirse, salió de una forma casi precipitada porque no quería mirar demasiado hacia atrás, no fuera que le gustaran demasiado las vistas y quisiera volver sobre sus pasos.


Esta vez no hubo ni encadenamientos, ni berrinches, ni amenazas de incendio. Simplemente se marchó, sabiendo que allí acababa una etapa, otra más. Entonces caminó pensando cuando era más necesario y práctico llorar, ¿antes, durante o después de la despedida? No importaba mucho en realidad...pues la primera lágrima ya había caído hace tiempo, esa pequeña reflexión de dos minutos sólo le pudo servir para creerse un poco más fuerte antes de derrumbarse definitivamente en un mar de lágrimas.


Hoy he añadido mi nombre en el buzón, sentía la necesidad de hacerlo.

Quería dejar huella, constancia.

Me conformo porque aún no he vuelto y creo que todavía queda tiempo...



Tiempo para despedirme a gusto, a mis anchas...

Esta es la conclusión de un largo día pensando en que me ha dicho mi madre que cuando vuelva de Madrid, el mes que viene podremos no estar viviendo ya en el piso.

Las fotos son de Google, por favor si son tuyas y no quieres que permanezcan en este espacio sólo tienes que ponerte en contacto conmigo. Muchas gracias.

3 comentarios:

SHE dijo...

ainsssss que lindooo, la verdad yo me he mudado tanto que no tengo apego por los sitios aunque ya tengo una casa en el campo muuuy mìa, es mi refugio para cargar pilas.

Un enorme abrazo nena,con el gusto de visitarte.

Lorena dijo...

Estoy segura de que debe ser duro dejar el lugar que ha sido tu hogar durante tanto tiempo... Se dice que como en casa no se está en ningún sitio, pero no olvides que tú puedes hacer que ese nuevo lugar al que vayas sea tan importante como tu piso actual.

Piensa que podrás conocer gente y lugares nuevas, costumbres y rutinas diferentes... Y conservar lo viejo: hoy en día coger un coche o un autobús es de lo más sencillo...

Si acaso te marchas, ¡buena suerte!

La Vero dijo...

Si ya es un poco dificil de por si igual el dejar tu casa, tiene que ser muy chocante el que cuando vuelvas a tu lugar, tu lugar no este, no tengas tu casa, la de toda la vida, sino que estes en otro y que por mucho que estén tus padres y tu familia sea más estraña que tu residencia en Madrid... así son las cosas.

Ya me gustaría a mi irme a Madrid.


Hace que no se de ti! Como te trata la vida?

Besos y abrazos de otra nueva universitaria ;)